Noticias nacionales.
Madrid, 16 de enero (de 1853).
Nuestro corresponsal de Tarancón, continuando sus noticias sobre la corta estancia de S. M. la Reina Madre en aquella villa, nos dice con fecha 13:
«El 11 se celebró la función religiosa campestre en el santuario de la Virgen de Riánsares, cuya memoria recordarán siempre con placer los taranconeses, y pueblos inmediatos.
A las siete de la mañana se publicó un bando haciendo saber que todos los habitantes de aquí y de toda la comarca que quisieran ir a “comer y beber” a la Virgen de Riánsares, pudieran hacerlo, llevando “cuchara y cazuela”. Como por encanto, a las dos horas estaban ya pobladas de gente todas las praderas, sembrados y tierras inmediatas al santuario y palacio. Los soldados del batallón de la “Reina Gobernadora” se mezclaban fraternalmente con los paisanos, tomando parte en el júbilo general.
A las doce llegó S. M. acompañada de su esposo el señor duque de Riánsares, de su respetable madre la señora condesa viuda del Retamoso, del joven marino duque de Tarancón, del señor obispo y señor duque de San Carlos. El gobernador de la provincia, juez de primera instancia, alcalde corregidor, administradores de correos, y de rentas, con sus subalternos y otras personas notables, llegaron en carruajes, escoltados por centenares de personas, que ya a caballo o en carros, ya a pie, formaban una cadena que no se interrumpió en todo el resto del día.
A las doce y media dio principio la función religiosa, que duró hasta las dos, hora en que empezaron las diversiones. Un pueblo inmenso reunido, ya en familias, ya en secciones, se hallaba en grande conmoción, reinando pura alegría en todos los corazones. El señor duque de Riánsares, acompañado del señor obispo, gobernador, juez, alcalde corregidor, coronel de la “Reina Gobernadora”, administradores de correos y de rentas, con otras personas notables, recorría todos los círculos, todos aquellos lugares, cuajados de honrados labradores; probaba y comía lo que ellos comían, manifestándose en todos los semblantes la más extraordinaria satisfacción. Era el entusiasmo del amor del país, era el reflejo del sentimiento de gratitud y de respeto a la mano bienhechora que tantos y tan continuos beneficios les prodigaba: allí el pobre como el rico, el noble como el plebeyo, todos estaban reunidos, y no tenían más que un solo pensamiento. Con admiración, respeto y gratitud contemplaban a la augusta Madre de nuestra Reina, que acompañada de la condesa viuda del Retamoso, y teniendo a su lado al duque de Tarancón, patrono de la Virgen y objeto de la fiesta, presidía y dirigía esta deliciosa romería desde el balcón principal de su palacio. A más de las diversiones ordinarias en las fiestas campestres hubo carreras de borricos, cucañas, etc., etc.
A las siete de la noche se dignó S. M. la Reina Madre, acompañada del señor duque de Riánsares y de su hijo el señor duque de Tarancón, recibir al ayuntamiento, que con la solemnidad debida PRESENTÓ EL TÍTULO DE PATRONO DE LA VIRGEN DE RIÁNSARES AL SEÑOR DUQUE DE TARANCÓN. El señor Domínguez, alcalde corregidor, pronunció en el acto un breve discurso en que con mucha facilidad espresó (sic) los sentimientos de sus paisanos los taranconeses. El señor duque de Riánsares, con esa noble sencillez que le distingue, contestó que aceptaba su hijo con toda sinceridad la honorífica distinción del patronato de la Virgen de Riánsares, patrona de su pueblo, que para él era el primer escudo de su ducado, y que desde luego aseguraba no le faltaría a la divina Imagen el culto con el esplendor que se le tributa y se debe a la Reina de los Ángeles. Al día siguiente bendijo el señor obispo, con asistencia de S. M. la Reina Madre, la iglesia de San Antón, que linda con la casa del señor conde de Retamoso, y es de su propiedad. Por la noche hubo los fuegos artificiales que tenía dispuestos el gobernador de la provincia, los cuales dirigidos por el polvorista Moreno, de San Clemente, gustaron mucho. Entre los más vistosos, hubo uno que presentó una fachada mosaica formando arcos góticos, y en el centro aparecía una corona real con otros adornos del mejor gusto y varios juguetes, concluyendo con dos castillos, que haciéndose un nutrido fuego de luces de colores, producían un efecto semejante a un simulacro militar. S. M., con su esposo el señor duque de Riánsares, la condesa viuda del Retamoso, el señor duque de Tarancón y el señor duque de San Carlos, se dignó presenciar esta función desde el balcón de la casa de ayuntamiento, dispensando a la corporación municipal el honor de admitir un ligero refresco.
Hoy a la una ha salido S. M. para la corte con los señores duques de Riánsares, de Tarancón y de San Carlos, dejando, como siempre, muestras de su regia munificencia».
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