domingo, 5 de julio de 2020

AÑO 1829. Visión literaria de Benito Pérez Galdós de la llegada de María Cristina a España

Fragmento del Capítulo I, de "LOS APOSTÓLICOS" de Benito Pérez Galdós, penúltimo volumen de la 2ª Serie de los "Episodios Nacioales":

-¡Cómo! -exclamó D. Benigno, entregando su mano a los labios y a los húmedos hociquillos de los Corderos-. ¿No os he dicho que hoy no hay escuela?... Es verdad que no me había acordado de decíroslo; pues ya había pensado que en este día, que para nosotros no es alegre y para toda España será, según dicen, un día felicísimo, todos los buenos madrileños deben ir a batir palmas delante de ese astro que nos traen de Nápoles, de esa reina tan ponderada, tan trompeteada y puesta en los mismos cuernos de la luna, como si con ella nos vinieran acá mil dichas y tesoros..., hablo también con usted, apreciable Hormiga, pase usted... no me molesta ahora ni en ningún momento.

Dirigíase Don Benigno a una mujer que se había presentado en la puerta de la trastienda, deteniéndose en ella con timidez. Los chicos, luego que oyeron el anuncio feliz de que no había escuela, no quisieron esperar a conocer las razones de aquel sapientísimo acuerdo, y —11→ despojándose velozmente de los arreos estudiantiles, se lanzaron a la calle en busca de otros caballeritos de la vecindad.

-Tome usted asiento -añadió Cordero, dejando su silla, que era la más cómoda de la tienda, para ofrecérsela a la joven-. Ayude usted mi flaca memoria. ¿Qué nombre tiene nuestra nueva reina?

-María Cristina.

-Eso es... María Cristina... ¡Cómo se me olvidan los nombres!... Dícese que este casamiento nos va a traer grandes felicidades, porque la napolitana... pásmese usted...

El héroe, después de mirar a la puerta para estar seguro de que nadie le oía, añadió en voz baja:

-Pásmese usted... es una francmasona, una insurgente, mejor dicho, una real dama en quien los principios liberales y filosóficos se unen a los sentimientos más humanitarios. Es decir, que tendremos una Reina domesticadora de las fierezas que se usan por acá.

-A mí me han dicho, que ha puesto por condición para casarse que el rey levante el destierro a todos los emigrados.

-A mí me han dicho algo más -añadió Cordero, dando una importancia extraordinaria a su revelación-, a mí me han dicho que en Nápoles bordó secretamente una bandera para los insurrectos de... de no sé qué insurrección. ¿Qué cree usted? La mandan aquí porque si se queda en Italia da la niña al traste con todas las tiranías... Que ella es de lo fino en materia de liberalismo ilustrado y filosófico, me lo prueba más que el bordar pendones el odio que le tiene toda la turbamulta inquisidora y apostólica de España y Europa y de las cinco partes del globo terráqueo. ¿Estaba usted anoche aquí cuando el Sr. de Pipaón leyó un papel francés que llaman la 'Quotidienne'? ¡Barástolis! ¡Y qué herejías le dicen! Ya se sabe que esa gente cuando no puede atacar nuestro sistema gloriosísimo a tiros y puñaladas lo ataca con embustes y calumnias. Bendita sea la princesa ilustre que ya trae el diploma de su liberalismo en las injurias de los realistas. Nada le falta, ni aun la hermosura, y para juzgar si es tan acabada como dicen los papeles extranjeros, vamos usted y yo a darnos el gustazo de verla entrar.

La persona a quien de este modo hablaba el tendero de encajes no tenía un interés muy vivo en aquellas graves cosas de que pendía quizás el porvenir de la patria; pero llevada de su respeto a D. Benigno, le miraba mucho y pronunciaba un sí al fin de cada parrafillo. Conocida de nuestros lectores desde 1812, esta discreta joven había pasado por no pocas vicisitudes y conflictos durante los ocho años transcurridos desde aquella fecha liberalesca hasta el año quinto de Calomarde en que la volvemos a encontrar.

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